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Entre las obligaciones y los placeres
Fernando pretendía que su heredero adquiriera experiencia en la administración de las cuestiones de Estado. Le confió el gobierno y la representación real del territorio leonés que una década atrás se había anexado a Castilla. Para eso dotó a Alfonso de casa propia, rentas y servidores que lo atendían como cuando vivía en la corte.
Sus señoríos o infantados se ubicaban en el sur leonés del reino. Comprendían las villas y ciudades de Salamanca y León, entre otras. Y a lo largo de esta década, cuando el infante no estaba en campaña militar reemplazando a su padre o luchando junto a él, ejercía en nombre del rey poderes judiciales en todo el territorio que se le había encargado.
Recibió asimismo señoríos en la Andalucía cristiana. Hacia 1240, Fernando III le entregó las tierras y las rentas de Écija, ganada a los islamitas ese año por los castellanos. El joven señor confió la administración de esa ciudad a su amigo Nuño González de Lara (hacia 1215-1275), quien se convertiría en su favorito dentro del grupo de los ricohombres del reino. Pero ¿estaría escrito en las estrellas que ese camarada y futuro compañero de armas sería uno de los tantos nobles que iban a sublevarse contra Alfonso durante su reinado?