Читать книгу Devenir animal. Una cosmología terrestre онлайн

20 страница из 84

Y entonces algo cambia: una brisa fría en la cara te lleva a un estado de conciencia diferente. Un vistazo alrededor revela que el sol se ha posado, como un martín pescador, en la cresta más alta de la montaña. Quietud en todas partes, como si el mundo mismo vacilara en el borde; una gran transformación se avecina. La brisa se agita… y se calla. Todos –las libélulas, las agujas colgantes, las piedras y las rocas dispersas a lo largo de la orilla–, cada entidad parece contener el aliento. El ojo radiante del martín pescador todavía mira, pero su mirada se va volviendo menos intensa. Todo espera la metamorfosis silenciosa que va acercándose desde el otro lado del lago. La mirada del sol se vuelve aún más tenue; pronto, cuando se deslice poco a poco detrás de la cresta, será posible contemplarlo sin un gesto de dolor. Un resplandor final, un brillo deslumbrante entre dos árboles que se recortan en esa cresta... y entonces el sol desaparece.

Ha refrescado, sin duda. Pero no solo está más fresco, hay una nueva textura en el aire, una humedad: el agua suspendida en el medio, invisible, aunque puedes sentir su presencia cuando la brisa te baña en oleadas el rostro. Y sobre esas olas, primero vagamente seductores y después demasiado deleitosos como para resistirse: ¡olores! Olores oscuros, estigios, que se deslizan sobre el vidrio ondulado del lago para mezclarse con la humedad aromática del suelo y el perfume chillón de las agujas verdes, y una fragancia levemente fermentada te entra con fuerza por la nariz (las deposiciones recientes, todavía humeantes, de alguna criatura en el bosque vecino). También está la putrefacción mohosa de un tronco caído y el aroma risueño del agua fresca que lame la orilla (embebido con la química de los renacuajos, las truchas y los taninos de las hojas hundidas) y el montón de otros tufillos, a veces mezclados, a veces nítidos, que burbujean como el vino en alguna parte de tu cerebro antes adormecido por el resplandor soporífero de los rayos de sol, pero que ahora, por esta magia carnal, despierta a una vida atenta, como si tu inteligencia mamífera hubiese fondeado de repente para encontrarse de veras aquí, de pie y en persona en estos bosques húmedos.

Правообладателям