Читать книгу Devenir animal. Una cosmología terrestre онлайн
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No era de extrañar, por lo tanto, que me hubiera puesto más y más ansioso a medida que se acercaba el día de nuestra partida. Era como si hubiésemos estado viviendo un año y medio en un bosquecillo de viejos árboles, un cúmulo de abetos, cada uno con su ritmo y su personalidad, que habían sido para nuestros cuerpos no solo refugio sino quizás también una especie de guía mientras nos convertíamos en una familia. Mis sentidos animales se habían acostumbrado a esas vigas, a esas vidas rectilíneas cuyas disposiciones sutilmente diferentes le habían otorgado una calidez comunal a la estructura y habían infundido la camaradería insólita que yo venía sintiendo por el lugar. Me acerqué por turnos a cada una, apoyándome o siguiendo el trazado de sus vetas con los dedos, y por último les di unos golpecitos con los nudillos: un gesto torpe, sí, pero lo suficientemente instintivo como para entablar un contacto agradecido con el interior de una pieza de madera.
Y luego subí las escaleras y volví a la cama.