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El almacén está ubicado en uno de los vértices de la cartografía de San Pedro, por un camino de tierra que nace desde la ruta provincial 191. “Enfrente, ya es Arrecifes”, señala Fegan. Es una esquina solitaria, típica de la campiña bonaerense. Rodeada de campos, la actividad productiva es intensa, y por las calles pasan maquinarias agrícolas, algunas F100 despintadas y caballos con sus jinetes. Gente de trabajo. “Todos paran acá”, sentencia, implacable. La polvareda se aploma en el piso, los gauchos entran y se saludan. “Una de las mejores cosas son los amigos que se hacen”, acuerda. La pulpería, bar o almacén Beladrich es un templo donde llegan trabajadores rurales y productores de la zona, buscando lo que más se valora en estas tierras: la conversación y el aperitivo.

“La ceremonia sigue intacta. No falla”, afirma Fegan. Se refiere a la melancólica y sempiterna actividad –que tiene el rango de obligación– de compartir un aperitivo. “Es fija, y todos los días es lo mismo”, cuenta Matías. El trabajo en el campo es arduo y rutinario. Muchas veces es solitario. “Se viene a buscar el esparcimiento y también la charla, para ver cómo estamos”, describe. El almacén da nombre al paraje. Aunque dicen los memoriosos que siempre hubo boliche. Un hito lo marca a Beladrich, en una de sus paredes un pintor bosquejó un dibujo que es un ataque directo al sentimiento nacional: “Por aquí pasó San Martín en 1813”.

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