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Eso sin contar con que valdría también la pena repensar qué significa exactamente el término tradicional. A lo mejor esa idea está vinculada al uso (algunas veces, abuso) del presente etnográfico. Un tiempo verbal que induce a pensar las cosas como si estuvieran sucediendo en el instante en el que son dichas y fueran inmutables. Vamos, igual que esos antropólogos que para tomar la foto al indígena apartan primero la botella de coca cola.

Tendríamos que recelar de la ´institucionalización´ de los informantes. No es raro que en las comunidades más estudiadas aparezca una persona que sea la que atiende siempre a los antropólogos porque sabe mejor que nadie lo que tiene que decir.

…por no hablar de los problemas puramente prácticos. ¿Debe por ejemplo pagarse a los informantes? Al fin y al cabo gastan su tiempo y es frecuente que tengan muchas necesidades, pero tal vez eso introduzca una variable que sesgue la relación.

Resulta difícil evitar preguntarse si no estaremos contribuyendo a construir las cosas que describimos. E igual que el habla usada en la calle no suele coincidir con la gramática, las creencias y costumbres realmente existentes no tienen por qué ser las dictadas por un tercero, por muy legitimadas que estén en la academia.

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