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La manipulación del lenguaje por parte de los poderosos es tan obvia que casi no vale la pena detenerse en ella. Zizek27 recuerda el frecuente uso de eufemismos para evitar llamar a las cosas por su nombre: técnicas de investigación avanzada en lugar de tortura, por ejemplo; o la manera como desde los medios de comunicación se refieren a acciones de guerra con nombres de folletín: Justicia Infinita, Libertad Duradera…

¿Cómo no acordarse acá de la jerga utilizada por el fascismo español? Basta con revisar los textos de Giménez Caballero:

…un Caudillo en caballo blanco, saltando el mar y con espada de fuego rompió el hechizo, talando bosques y marañas, aplastando alimañas y sabandijas…28

No es necesario acudir a extremos tan obvios. Basta encender la televisión y escuchar hablar a los políticos: minijobs, copago, movilidad exterior, flexibilización, emprendedores… la manipulación a base de retorcer el lenguaje es zafia y constante -de nuevo Monedero-. Ahí están las expresiones surrealistas acuñadas con tanta gracia por el PP (el despido en diferido por ejemplo de Luis Bárcenas, cuya caja B era una actividad extracontable sin carácter finalista -hay que ser asombrosamente imaginativo y tener muy poca vergüenza para animarse a decir algo así en público-). Aunque la palma seguro que se la lleva, con aplausos, ese dislate recién acuñado que es la nueva normalidad.

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