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En su evolución todas las lenguas incorporan elementos de otras. No hay lenguas puras (tampoco razas). También es normal que haya términos que caigan en desuso. En América Latina he vuelto por ejemplo a escuchar palabras hermosísimas como afligirse o talabartero que creo que en España ya no son muy utilizadas, y nosotros usamos ñandú, maraca, piraña o jaguar que son voces prestadas del guaraní. Me pregunto qué préstamos tendrá el español que hayan sido tomados de las lenguas fang o bubi que se hablan en Guinea Ecuatorial.

Y es que las lenguas no se corrompen, evolucionan (aunque resulte difícil de aceptar cuando escuchamos cómo suenan algunos anglicismos). Si una lengua no cambiara, moriría. Además, las lenguas cambian por abajo. Las romances no fueron el resultado de la evolución del latín culto, sino del vulgar. Por ahí fluyen hoy el spanglish y el jopará (que es una mezcla de español y de guaraní) deambulando su propio camino aunque a los diccionarios, a las academias y a la Fundación Fundéu no les guste.

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