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Salieron, aunque en esta ocasión el paseo fue más breve de lo habitual. Ambos sabían que la parte fundamental de su caminata se establecía en las necesidades fisiológicas del animalito, menores y mayores. Y una vez realizadas, el camino no podía ser otro que el regreso al hogar.

Rachel, en su sobrevenida soledad, hacía dos meses que había actualizado su perfil, o lo más parecido al mismo, en algunas redes sociales de contactos. Y dentro de su más que destacable inteligencia, lo había dispuesto de dos formas diferentes: como mujer y como hombre. Utilizó para ello dos tarjetas de crédito diferentes, encubriendo su nombre propio en ambas con otros de naturaleza similar. De esta manera, llegó a conseguir un análisis claro, diáfano y certero de las falsas realidades que allí se vertían. Llegó a establecer un par de citas con diferentes mujeres en las que se hizo pasar por la hermana del hombre que debía acudir a las mismas.

—Sí, Rosa, soy la hermana de Félix. Él no ha podido acudir porque ha tenido un accidente de moto esta mañana y no ha habido manera de avisarte. Me ha pedido que venga a conocerte, saludarte y que te pida excusas por su ausencia más que justificada.

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