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—Bueno, ya sabes que el cuco es un pájaro, ¿no?

—Sí, eso sí. Pero no me refiero al pájaro en sí mismo, sino a la interpretación que hay que dar cuando hablas de los cucos.

—Es sencillo. La naturaleza ha creado a multitud de seres. Tanto los humanos como cualquier tipo de espécimen deben ser considerados como seres vivos. Y ahí entra en juego el pajarito. Mejor dicho, la hembra del pajarito —realizó una mínima pausa antes de continuar—, que, como hembra, es la que debería cuidar a sus hijos. Y lo digo así para que lo entiendas, que no son hijos, sino huevos. Sin embargo, la cuca, como es muy lista, en lugar de incubar sus huevos lo que hace es buscar a otras aves más pequeñas y que están en su misma situación y en cuanto descuidan el nido, su nido, ella vuela con uno de sus huevos, se come uno de los otros y cambia el suyo por otro de los que allí estaban. Por tanto, cuando regresan los dueños del nido, la madre continúa incubando porque desconoce que allí hay otro embrión que no será como los suyos en el momento en que eclosione. De esta manera, la cuca se zafa de sus deberes maternos, sus hijitos nacen sanos y ella se olvida de cualquier obligación maternal.

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