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—No, hijo. No van por ahí los tiros. —Y dirigiéndose al oficial de aduanas preguntó—: ¿Cómo es que habla tan bien nuestro idioma?

—Soy hijo de madre española, aunque he perdido mucho del idioma. —Y cruzando su mirada con Edit le preguntó—: ¿Se encuentra bien, señora?

—¡Ah! Muy bien. Gracias.

Edit hacía pocos minutos que había utilizado los lavabos y en ellos efectuó un recambio, una cura rápida de sus problemas, que no tales, vaginales. Pero con la rapidez obligada por la llegada de los agentes y sabiendo que el inodoro no filtraba los elementos que desechaba, decidió envolverlos en papel higiénico y depositarlos en la papelera que hacía al caso. Los oficiales de aduanas, como era su obligación, inspeccionaron el lugar y encontraron lo que encontraron: vestigios ensangrentados de una menstruación femenina. Nadie podría llegar a pensar que en aquel periodo menstrual se hallaba el futuro de toda una familia. Y de ahí la pregunta, que no retórica, del miembro de la guardia de fronteras.

Se giró hacia sus compañeros y comentó en alemán:

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