Читать книгу Por encima del mundo онлайн

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—Pues sí, señores —continuó sin limpiarse la boca—. El tren a la capital sale a las seis y media todas las mañanas. Pero hay muchas cosas que ver aquí en Puerto Farol.

El doctor Slade miraba por la puerta abierta, a través del corredor con su amueblado de mimbre roto y más allá de la cascada de lluvia que salpicaba desde la entrada, el jardín vacío en el fondo. Un zopilote apareció de repente y se posó con torpeza en la viga desnuda que hacía de barandilla del corredor. Por un momento, el doctor pensó que el pájaro se vendría abajo. Semejante a un montón de papel periódico quemado, se tambaleó por un instante, luego se afianzó, dobló las alas, y dejó caer su cabeza desnuda y roja hacia un lado sobre el pecho.

El hombre, mientras hablaba, se hurgaba las narices con el índice.

—Hay un lugar llamado El Paraíso, a sólo treinta y dos kilómetros de aquí. Ahí están las ruinas de San Ignacio. Muy interesante. Grandes piedras en la selva, con caras. ¡Dan pesadillas! —Su risa se convirtió en una tos, y escupió desde donde estaba, siguiendo con la mirada la escupida, que cayó al suelo. Luego, como si marcara el paso de algún baile solitario detrás del escritorio, la esparció con la suela del zapato. —¿Sabe lo que son las pesadillas? —preguntó.


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