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V
Durante dos meses me la pasé deambulando por la clínica. Temía irme un poco más lejos y que mi hilo de Ariadna no fuera tan largo ni tan resistente como para poder regresar. Ya sabía lo suficiente del doctor Sansone. Jorge me tenía sin cuidado: aunque no lo llevara a flor de piel, y uno ni se lo imaginara, era gay. Y doy fe que nadie lo imaginaba porque arrancaba suspiros en desconocidas que coqueteaban con él sin saber que perdían el tiempo, más que yo en este congelamiento existencial.
Además de ser fachero y homosexual, Jorge era chofer de ambulancias, camillero y futuro enfermero. Tendría algunos años más que yo. El Ricky Martin hospitalario, al igual que el doctor Sansone, me caía bien y empezó a caerme mejor cuando vi que era de gran ayuda para Jazmín tanto en cosas triviales como reparar su «auto fantástico» —un Volkswagen Escarabajo amarillo— como al momento de bancar los trapos en las horas más oscuras de esta mujer que se sentía sola en la vida. Y digo se sentía porque en realidad no lo estaba.