Читать книгу La conversión es un proceso. En las Confesiones de San Agustín онлайн

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El estado de pecado en el que se encuentra Agustín no es algo superficia1, como polvo que se retira simplemente frotando. Es una situación arraigada, profunda, que toca sus mismas raíces. Es, en el fondo de su corazón desorientado hacia el pecado, de donde surgen sus afectos o sus acciones. El autor, con su habitual viveza de imágenes nos narra esta realidad del pecado y cómo había hundido sus raíces en la estructura de su personalidad:

“Ligado no por cadena ajena, sino por mi propia férrea voluntad. El enemigo se había apoderado de mi voluntad y con ello había fabricado una cadena, aprisionándome. Mi voluntad perversa se hizo pasión, la cual, servida, se hizo costumbre, y la costumbre no contrariada se hizo necesidad. Y con éstos a manera de eslabones trabados entre sí, que por esto la llamé cadena, me tenían oprimido en dura servidumbre” (L. VIII, c. V).

Imágenes como estar atado, cadenas que aprietan, voluntad atada de manos, esclavitud, servidumbre, se suceden en el libro de Confesiones para indicar el estado de su autor. El mismo pecado, con sus actos libres, ha ido entretejiendo la red de la costumbre que lo envuelve en sus mallas, hasta esclavizarlo y crearle la necesidad de hacer lo que hace, hasta convertirlo en siervo de sus instintos.


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