Читать книгу Segunda virginidad онлайн

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No quiere repetir el escenario de Sebastián, cuando se conocieron, cuando él condujo hacia ese camino de tierra y pasaron el cerro con la capilla y la virgen pintada en la roca.

Isabela, mano en la boca, arena lúgubre en la garganta, sofocada por las manijas de la compunción, qué coraje que le dijo a Sebastián del beso, desde ese día no le marca, ella que nunca dice, además asqueroso estuvo con el idiota uniceja, nada que ver con los de Sebastián, pero, bueno, mejor así, soltera, aunque siempre ha estado soltera, pero ya, nueva vida pulcra, fiel a sí misma, cerca de Dios, se le va quitando lo triste con la canción que ponen, una de reggaetón suave que la va calmando en un perreo blando, auditivo.

La fogata la armaron frente a la casa de los Carranza porque está vacía, este fin de semana se fueron a Tucson.

Lástima que no están, dice Paula a Isabela, obvia referencia al Carranza mayor, el güero, jugador de tenis.

Toman vodka con jugo de piña en vasos rojos desechables. Al lado de Soto, Armando es una concha, muda, agradable a la vista, generador de ecos y olas, respuestas previamente estructuradas, utilizadas, risa demasiado grave. Soto, hiperactivo, habla mucho, le hace halagos a Paula:

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