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—Lo intentaré —masculló, y esbozó una mueca, claro indicio de que no estaba convencido de que los argumentos de su hermana fueran acertados.

—¿Os apetece un té? —sugirió Cristina con la intención de distender los ánimos y que sus hijos dejaran de discutir. La vida la había acostumbrado a esos episodios en los que Justin se tomaba demasiado en serio el papel de hermano mayor y adoptaba una actitud acorde a la de un padre sobreprotector, incluso más que el mismísimo John. Y Emy nunca había sido una chica sumisa. Si había algo que valoraba, y mucho, era su libertad e independencia. Los hermanos se querían con locura, Cristina no tenía ninguna duda, aunque eso no impedía que sus intercambios de opinión se volvieran interminables.

—Creo que nos vendría bien a todos —secundó John con actitud seria. Las discusiones le disgustaban sobremanera, sobre todo si eran entre miembros de su familia. Con una ceja en alto y el resto de su rostro impertérrito, se dirigió a sus hijos con contundencia, aunque sin levantar la voz—: A ver si cambiamos de tema.

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