Читать книгу Nuestra asignatura pendiente онлайн

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Emily la cogió de la mano para infundirle fortaleza, entonces Cristina continuó con su relato:

—A los hombres sí se les permite casarse con mujeres cristianas o judías porque, para el islam, la transmisión de la fe, la herencia, todo, se da por vía paterna. Para que su matrimonio fuera legal en Marruecos, mi padre debía convertirse al islam, pero si lo hacía, la crianza y educación de sus hijos hubiese estado regida por este, y él no quería que fuese así. Por su parte, mi madre no podía renunciar a su fe; la apostasía era vista como un delito… ¡Hasta hace poco, Marruecos aplicaba la pena de muerte en esos casos! ¿Entiendes? Mis padres lo tenían todo en contra.

—Lo sé. Y ahora entiendo por qué nunca hablábamos libremente de este tema; sé que has sufrido y que ese dolor todavía te corroe por dentro. Espero que este camino que estoy a punto de emprender ayude a sanar las heridas de toda la familia.

—Y que no provoque heridas nuevas, cariño —rogó Cristina, después abrazó a su hija en un intento de transmitirle el amor que sentía por ella. La cogió por los hombros y la apartó un poco, lo mínimo y necesario para poder mirarla a los ojos—. Emily Evans, prométeme que no te enamorarás de ningún marroquí.

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