Читать книгу El fascismo de los italianos. Una historia social онлайн
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Fue precisamente la construcción de un nuevo Imperio lo que unió definitivamente a Italia y la Santa Sede: en primer lugar, en la misión católica y civilizadora en Etiopía, que asumía valores mucho más profundos que el simple objetivo de sustituir a la Iglesia copta en África oriental. Algunos historiadores consideran que en esta ocasión se abrió incluso una distancia de posiciones y actitudes entre la cautela de la diplomacia vaticana, por las graves implicaciones internacionales que la campaña etíope podía provocar, y el entusiasmo, con tonos incluso fanáticos, de los obispos y del clero italianos. Lo cierto es que desde 1935 la Iglesia católica confirió al fascismo el encargo de guiar la refundación de una Europa católica, espiritual y anticomunista. Disipada a principios de los años treinta la ilusión de utilizar el bolchevismo contra la Iglesia ortodoxa para penetrar en la Unión Soviética, el Vaticano puso en marcha una lucha activa contra el ateísmo y el comunismo que se concretizó en la implicación directa del mismo clero y en su posicionamiento en la Guerra Civil a favor de Franco. De hecho, en 1937 fue publicada la encíclica Divini Redemptoris, condena del comunismo ateo. En este contexto, mientras el papado se mostraba cauto a la hora de juzgar a la parte de la Iglesia española, la vasca, que se mantenía a favor de la República y en defensa de las autonomías, el clero italiano entusiásticamente bendecía esta segunda misión fascista en tierra extranjera.