Читать книгу El fascismo de los italianos. Una historia social онлайн

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En cualquier caso, cuando terminó la batalla de Vittorio Veneto el ejército italiano ya se estaba transformando: en los altos grados seguía habiendo nombres de la aristocracia, especialmente piamontesa y septentrional, que tradicionalmente ofrecían su descendencia a la carrera militar, pero también surgía una nueva clase burguesa, sobre todo meridional, que veía en la carrera militar una de las salidas ocupacionales proporcionada por la ampliación de la administración del Estado. En enero de 1923 el ministro Diaz propuso una reforma del ejército que multiplicaba unidades y cuadros dirigentes y por lo tanto requería un excepcional esfuerzo económico por parte del Estado destinado principalmente al pago de sueldos y funcionarios; un segundo ordenamiento aprobado en 1926 revisó el precedente, confirmó el periodo de servicio militar obligatorio a dieciocho meses y un alistamiento medio de aproximadamente 250.000 hombres, potenciando la artillería y la instrucción de la infantería. Como ocurrió con la administración civil, el ejército también contribuyó a dar espacio a una nueva generación de jóvenes provenientes de la pequeña y mediana burguesía, a menudo monárquica, aumentando las filas de los oficiales subalternos de carrera y de complemento durante las campañas militares de mediados de los años treinta. El ejército volvía a ofrecer a sus oficiales prestigio, privilegios, autonomía y un espíritu de cuerpo, sobre todo en algunos cuerpos nuevos como la aviación. La adhesión al fascismo por parte de estos oficiales era total, como por otra parte lo era la de los sectores industriales que trabajaban para el ejército. Los gastos militares bajo el fascismo, en relación con la renta nacional, pasaron de un 2,6% en 1923-1925 a un 5,6% en 1931-1933 (los años más duros para la crisis que atenazaba al país e imponía enormes sacrificios a las clases populares). En 1936, con la campaña colonial en Etiopía y la intervención en España, el porcentaje llegó al 18,4% y estaba destinado a los armamentos y los equipos militares, a la ampliación de las bases de los efectivos y a las recompensas y aumentos de las dietas. Entre 1926 y 1940, en proporción a la renta nacional, la Italia fascista gastó más de lo que Gran Bretaña desembolsó para mantener a su ejército imperial ocupado por el mundo, y superó también en términos absolutos los gastos militares de la otra potencia militar y colonial, Francia.

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