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LA REPRESIÓN

Uno de los factores que ha llevado a poner una fecha posterior al nacimiento del régimen fascista, de finales de 1922 a 1925, ha sido el comienzo de la legalización de la represión. Para completarse, el régimen debía institucionalizar la persecución de la oposición y de las voces en desacuerdo todavía activas en el país antes de pasar a una tercera fase, la de la organización del consenso de las masas. Así pues, la creación del Estado fascista comportó en los primeros años del régimen la represión de cualquier forma de oposición activa y organizada. En septiembre de 1925, el entonces secretario del PNF, Roberto Farinacci, simplificaba con rudeza pero también con mucha claridad una idea: «En Italia nadie podrá ser antifascista porque el antifascista no puede ser italiano» (Farinacci: 263). Acción y reacción van unidas y por lo tanto antes de la crisis debida al asesinato de Giacomo Matteotti no se puede hablar propiamente de antifascismo militante, aunque sí de formas de oposición parlamentaria y extraparlamentaria a la acción y al crecimiento del poder del fascismo. Muchos, por parte católica y liberal, entre quienes se encontraban Nitti y Croce, creyeron que podían neutralizar el alcance subversivo del fascismo, aceptando incluso formas de colaboración política y cultural; tampoco faltaron los gestos de colaboración de personajes y grupos de la izquierda socialdemocrática y sindicalista para intentar aprovechar el alma populista del originario movimiento fascista. La reacción al asesinato de Matteotti, más allá de sus consecuencias parlamentarias e institucionales, representó un hecho simbólico, de última revuelta moral, pero también fue la señal del principio del final del país legal. Y sobre todo dio inicio al éxodo de dirigentes políticos sobre la base de dos suposiciones: del peligro por la propia integridad física, privada de toda forma de protección legal, y de una batalla que parecía definitivamente perdida y que, por lo tanto, necesitaba una pausa de reflexión y una reorganización de las fuerzas y de las voluntades que seguían siendo contrarias al fascismo. Fue denominado fuoriuscitismo este éxodo hacia otros países de los cuadros dirigentes y de algunos intelectuales que habían representado a la oposición en la segunda mitad de 1924. Algunos de ellos murieron como consecuencia de las agresiones sufridas, como el joven liberal Piero Gobetti, fallecido en París con ni siquiera veinticinco años, y el principal exponente de la Unione Democratica Nazionale, Giovanni Amendola, con poco más de cuarenta años, en Canes.

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