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ssss1 Literalmente, ‘emboscados transalpinos’. (N. de la t.)

II. LOS ITALIANOS Y EL PARTIDO FASCISTA

EL PARTIDO NACIONAL FASCISTA

Simultáneamente a la política de represión, iba creciendo y madurando en el movimiento fascista el Partido Nacional. No debe ser considerado como un cuerpo homogéneo e invariable, sino como una institución sometida a una lenta e incesante metamorfosis que se adaptaba a las transformaciones estructurales del Estado y de la sociedad italiana y a las dinámicas de poder del grupo dirigente fascista. El PNF tuvo, así, al menos en el decenio siguiente a la Marcha, una vida propia, contribuyendo de manera decisiva a configurar el sistema político, convirtiéndolo en una dictadura personal y en un régimen corporativo. El fascismo actuó basándose en la integración de hombres y cargos del Partido en el Estado y en el servicio que los funcionarios públicos prestaron al Partido Fascista. Con el tiempo, y de manera clara a partir de la secretaría de Achille Starace en 1931, el PNF perdió el carácter de representante institucional de un movimiento y asumió las funciones de educador político y de órgano de organización del consenso en torno al Estado fascistizado. Coincidían, por tanto, la fe en la ideología fascista y la fidelidad al Estado fascista. Bajo este aspecto también se modificaron el concepto de ciudadanía y de nacionalidad, así como las reglas para su obtención y conservación, que ya no estaban basadas en un derecho adquirido al nacer y confirmado por una buena conducta civil y social, sino en la pertenencia a una comunidad con un credo común y a un cuerpo político. En consecuencia, el Partido se convertía en el principal filtro selectivo de dicha ciudadanía. Según esta lógica, era considerado «buen italiano» solo quien era fascista, y eran excluidos de la vida pública, y en última instancia de la comunidad nacional, quienes, en cuanto opositores al fascismo, eran clasificados inmediatamente como antinacionales y antipatrióticos. Además, el Partido representaba el vehículo, el sistema nervioso a través del cual la voluntad central del jefe de Estado y del fascismo se irradiaba a la periferia de la nación, y al mismo tiempo representaba el principal instrumento de ejercicio del principio de jerarquía y de culto del jefe.

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