Читать книгу Imparable hasta la médula. El cáncer como aprendizaje de vida онлайн

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—Cuando me llamó la ama desde el autobús para contármelo, no daba crédito. Vamos, que no me lo creí. Pensé que dar un diagnóstico así, tan a la ligera, era de incompetentes, y me fui a la cama tan tranquila —me confesó.

Me hizo gracia su manera de expresarlo y nos reímos juntas. En realidad, cualquier excusa era buena para impregnar de sonrisas el ambiente esterilizado de mi burbuja. La risa era liberadora por muy mal que se presentara el día o por muchas incertidumbres que la ensombrecieran. Empecé a creer en su poder curativo, y se convirtió en mi sello de identidad. Al menos, me permitía aligerar el peso de la enfermedad y, si lo hacía conmigo, lo haría también con los que me acompañaban.

La leucemia no solo había dado un giro inesperado a mi vida; su impacto también sacudió el día a día de mi familia. Mi padre se trasladaba de Madrid a Lazkao para no dejar desatendidos por mucho tiempo el caserío y la huerta, mientras que mi madre literalmente se mudó al hospital junto a mi hermana, que pidió un permiso laboral para poder estar a mi lado. Nunca me dejaron sola y, a pesar de que durante el día descansaban gracias a las visitas de mis amigos, se turnaban las noches para dormir en el sillón reclinable de la burbuja, poco confortable en apariencia, aunque su sueño solía ser más tranquilo que el mío. Apenas cerraba los ojos me acechaban los miedos, que, amparados en la oscuridad, se enfundaban sus trajes más tenebrosos. Me martirizaban también los porqués que se repetían en bucle hasta las primeras luces del alba.

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