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La siguiente aventura era encontrar un medio de transporte que les condujera al aeropuerto de vuelos domésticos. De los cuatro aeropuertos que hay en Moscú, el de Domodedovo es el que alberga los vuelos hacia el este, a las ciudades situadas en Siberia y las estribaciones de los Montes Urales.

La distancia entre el aeropuerto de Sherémetevo-2, situado al norte de Moscú y el de Domodedovo situado al sur es de 90 km y discurre por el anillo perimetral que rodea Moscú hasta llegar a la intersección con Sovkhoza Lenina para enlazar con la A-105 hasta Domodedovo. El trayecto discurre por zonas boscosas totalmente despobladas.

Como el desmembramiento de la URSS había sido muy reciente, la sociedad rusa aún mantenía todos los automatismos soviéticos, así que la terminal para extranjeros estaba aislada en un extremo del aeropuerto totalmente separada y alejada de la terminal para los nacionales.

Para desplazarse hasta la terminal para extranjeros había que atravesar una zona de aparcamiento de los aviones. La terminal, por llamarla de algún modo, era una sala mal iluminada, sin asientos y con tres mostradores sin indicación alguna, nadie del personal hablaba inglés, solo ruso y tampoco había servicio de megafonía. Cuando a voz en grito anunciaban algo, Eloy tenía que estar atento para escuchar la palabra mágica, ¡UFÁ! Pero nunca la escuchaba.

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