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En aquellas fechas se había iniciado la apertura del llamado «telón de acero», y la curiosidad hacia todo lo que se empezaba a conocer sobre la extinta Unión Soviética era muy grande, pero para algunos pasajeros las noticias y rumores de que, en la situación actual, muy volátil y descontrolada, podía ocurrir cualquier cosa les provocaba inquietud. Las mafias campaban a sus anchas y se estaban apoderando del país. Eloy era consciente de eso y estaba preocupado, además tenía que cuidar de sus compañeros que no habían salido nunca al extranjero.

El aeropuerto de Sherémetevo-2 estaba considerado el más grande de Moscú y acogía a más de 45 millones de pasajeros por año.

Cuando desembarcaron y llegaron a la terminal, la impresión fue tremenda, se encontraron en un hall enorme, envuelto en una semioscuridad amenazante, frío y vacío. Aterrador, a los cuatro empezaron a correrle por su imaginación el KGB y los espeluznantes métodos de interrogación de los sicarios de la temida policía política. Pero todavía estaba por llegar una impresión más escalofriante. ¡El control de pasaportes!

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