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Mientras tanto, los rumores se propagaban, unos decían:

—Ha habido un golpe de Estado.

Otro anunciaba que Aeroflot se había declarado en huelga.

El de más allá decía que había habido un accidente, que un avión se había estrellado.

Al final, la verdad salió a la luz. ¡No había queroseno!

Eloy y sus compañeros no sabían qué hacer, el dilema era: Seguir y esperar que el orden se restableciera o liarse el petate a la cabeza, volver a España y olvidarse de todo.

Estaban enfrascados en esa disyuntiva cuando anunciaron un vuelo. El revuelo que organizó este anuncio provocó una estampida hacia el mostrador donde estaba la azafata que estuvo a punto de provocar una tragedia.

Otra vez la desilusión, la palabra mágica no se oía: ¡UFÁ!

Juan, uno de los compañeros de Eloy, se acercó y le susurró al oído: «Hay un tipo extranjero, creo que alemán, que habla ruso y también viaja a Ufá».

Eloy con su experiencia supo enseguida que no se tenía que separar de ese hombre y acompañarle, aunque fuese a orinar.

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