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La coartada era clarísima hasta para el más negado, saturada de cinismo, puesto que se veía, meridianamente, que el juez propietario y venal dejó redactada la sentencia, en combinación con el municipal, para que este la firmase bajo su responsabilidad siempre, menor a la de aquel, su verdadero autor. Naturalmente que la Audiencia Territorial de Valladolid y, después, el Tribunal Supremo, fallaron a favor de la legalidad del testamento y desde entonces funciona con todos sus beneficios a [….]
[Dos hojas desaparecidas en el original]
[…]
–Las mil pesetas –le dije– están apostadas porque tengo la seguridad de ganárselas. Vamos a hacer el experimento que usted crea, más difícil, o con la condición de jugar limpio, por ambas partes; yo respondo de mi buena fe y espero que usted corresponderá en la misma forma; pero cónstele a usted que no tengo el menor interés en convencerle.
–Pues yo sí –me dijo–, y ahora mismo vamos a verlo.
Y sus dos amigos me acompañaron a los billares, que estaban en el fondo del edificio que daba a la calle paralela, mientras preparaban el experimento en el salón del café. Una vez preparados nos dieron una voz y, conducido por sus amigos, mis vigilantes, aparecí con los ojos vendados en el salón. Llamé al descreído, coloqué los dedos de su mano izquierda sobre el dorso de mi derecha, recomendándole que no hiciera la menor presión y que se limitase a pensar lo que debía hacer, dejándose llevar por mí.