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Claro es que cuando se celebró el juicio de faltas, yo no acudí, alegando que no me prestaba a la comedia, y tampoco el agresor, acusado por el miedo que le dominaba y que, como he dicho, le impedía salir a la calle.
A propósito de la conducta del juez de instrucción, voy a reportar el hecho a que antes me refería, cuyo escándalo de todos conocido motivó gran revuelo en la judicatura, por el manifiesto caso de dolo cometido por el citado funcionario.
Salamanca, provincia esencialmente agrícola y ganadera, era víctima también del latifundio, con sus funestas consecuencias producidas por el absentismo de los propietarios y por el cacicato feudal de sus administradores, de una parte, y, por otra, de la usura, ejercida con cruel libertinaje sobre los agricultores, sometidos todos a la arbitrariedad y el abuso de los prestamistas, con gran perjuicio de la producción.
Tan doloroso cuadro impresionó a un gran patricio, aristócrata, que observaba en Salamanca, donde residía con una vida retraída, aunque no inactiva o parasitaria.