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Aquel prócer, el conde de Crespo Rascón, con una absoluta reserva legó su fortuna a la fundación, después de su muerte, de un banco agrícola59 que llevaría su nombre, dedicado a hacer préstamos a los pequeños labradores a un interés mínimo y llevadero, con un espíritu de humanismo ejemplar, puesto que en una de las cláusulas de la fundación se disponía que en casos determinados el préstamo se pudiese conceder sin interés alguno.

Tamaña obra social se hizo con tal secreto que de ella no se tuvo el menor conocimiento, ni de sus más íntimos, hasta que no se abrió el testamento a su muerte, con gran sorpresa de todo el mundo, sobre todo de sus parientes, más o menos allegados, que esperaban su deceso, como agua en mayo, para repartirse su jugosa herencia que creían segura.

De ello surgió un pleito que duró varios años y en el que se emplearon toda clase de argucias y habilidades judiciales por parte de los parientes, que pretendían inhabilitar al testador, pero enfrente estaba la opinión que defendía el derecho de los labradores y la libre disposición de su benefactor, figurando, en este sentido, varias entidades, entre ellas el Patronato nombrado por el fundador de la Dirección General de Beneficencia, con varias entidades agrícolas, entre ellas la Provincia, y figurando, como principal líder, mi compañero y jefe, don Agustín Bullón de la Torre, que en aquel asunto derrochó entusiasmo y tesón, vigilando y deshaciendo las mil intrigas de los parientes, provocando otros tantos fracasos de las argucias de la parte contraria.


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