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La principal que esgrimían estos era la de retardar el proceso del pleito, que dormía en el Juzgado salamantino meses y meses, en su periodo de Primera Instancia, con la manifiesta complicidad del juez ya mencionado, pleito que contaba ya por las incidencias por miles el número de folios.

Pero un buen día, el titular del Juzgado, Sr. Torres Requena, pidió, como ya he dicho, una licencia, siendo sustituido por el juez municipal, quien el mismo día en que se hizo cargo del Juzgado dictó y firmó sentencia en dicho pleito, claro es, que a favor de los que se llamaban herederos.

El escándalo que se produjo, no es para describirlo. Lo burdo y descarado del hecho motivó la general protesta, que produjo la inmediata destitución del juez municipal y anulada la licencia concedida al de instrucción. No menos reclamaba la indignidad que suponía el que, en unas horas, un juez municipal que veía el pleito por primera vez, desconociendo, por lo tanto, para él con sus complicaciones numerosas y sus miles de folios, pudiera en tan contadísimas horas estudiarlo y dictar sentencia, para cuya sola redacción no podía justificarse tiempo material.


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