Читать книгу El auge de la brutalidad organizada. Una sociología histórica de la violencia онлайн

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En esta perspectiva, la distinción se establece entre formas modernas y premodernas de gobierno. Para Foucault, los órdenes premodernos solían centrarse en alcanzar y expandir sus poderes soberanos y, en ese proceso, se basaron mucho en la violencia. En la época del absolutismo, el poder del rey era incuestionable y la violencia se usaba para marcar la soberanía del rey en aquellos que se resistían. Parte de esta violencia fue teatral, como la exhibida en los ahorcamientos públicos y en elaboradas técnicas de tortura que funcionaron como formas de espectáculo público: «la ceremonia penal tiene la eficacia de una prolongada confesión pública», mientras que «una ejecución pública con resultado satisfactorio justifica la justicia, en la medida en que publica la verdad del delito en el cuerpo mismo del que va a ser ejecutado» (Foucault, 1975: 44). Una vez que el poder real fue destronado, la violencia todavía era utilizada por los revolucionarios para establecer los límites de lo que ahora era el poder soberano popular del Estado. Sin embargo, según Foucault, durante los últimos trescientos años, el poder soberano ha ido cediendo gradualmente ante el poder disciplinario. En otras palabras, en lugar de depender explícitamente de la violencia, los órdenes sociales modernos controlan a los individuos de manera indirecta, a través de los conocimientos especializados, los reglamentos administrativos y la tecnología. En pocas palabras, el poder sumamente visible, corporal y personal de la soberanía se transforma en el poder invisible y anónimo de las prácticas disciplinarias.

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