Читать книгу El auge de la brutalidad organizada. Una sociología histórica de la violencia онлайн

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Este nuevo tipo de dominación, que Foucault denomina «poder disciplinario» y, en obras posteriores, «biopoder», prescinde del uso de la violencia y, en cambio, mantiene su control basándose en la vigilancia, las disposiciones burocráticas, la codificación estadística y el aparato de la ciencia. En este nuevo contexto, el uso de la violencia está en gran medida deslegitimado, ya que los Gobiernos son capaces de disciplinar y pacificar los órdenes sociales a través de la afirmación en lugar de la negación de la vida. El objetivo es establecer «tecnologías de normalización» específicas que fomenten la autocensura y deslegitimen públicamente a quienes no se sometan. Por lo tanto, en lugar de etiquetar a quienes cuestionan el poder estatal como traidores o regicidas, se producen y gestionan simultáneamente nuevas categorías de desviación social: pervertidos, delincuentes, terroristas, etc. El epítome del poder disciplinario para Foucault es el diseño del panóptico ideado por Bentham como modelo ideal de prisión. El panóptico permite al guardián, guarnecido en una torre central, observar a todos los prisioneros, recluidos en celdas individuales alrededor de la torre, sin que estos puedan saber si son observados. Esta disposición arquitectónica es extremadamente eficiente, ya que un pequeño número de guardias puede observar a un gran número de prisioneros. El efecto más importante es inducir en el preso un estado consciente y permanente de visibilidad que garantizaría el funcionamiento del poder, puesto que el prisionero no puede saber cuándo se le vigila y cuándo no. Para Foucault, el panóptico es una metáfora del poder disciplinario actual, donde los individuos interiorizan las técnicas de normalización disciplinaria y, como tal, tienden a vigilarse a sí mismos y a los individuos que los rodean. Aunque el plan de Bentham fue diseñado para las prisiones, Foucault ve presentes los mismos principios (panoptismo) en el resto de instituciones modernas: manicomios, escuelas, fábricas, ejércitos o, incluso, la burocracia estatal. De esta manera, el panoptismo es un «dispositivo importante, ya que automatiza y desindividualiza el poder. Este tiene su principio menos en una persona que en cierta distribución concertada de los cuerpos, de las superficies, de las luces, de las miradas; en un equipo cuyos mecanismos internos producen la relación en la cual están insertos los individuos» (Foucault, 1975: 202). Por lo tanto, a diferencia del mundo premoderno, donde el castigo era profundamente corporal, porque la violencia se imprimía en cuerpos humanos reales en manifestaciones públicas de crueldad, entre las que se incluía la tortura, el desmembramiento o ejecuciones excesivas, en la modernidad el lugar de la violencia es tomado por prácticas normalizadoras, la autodisciplina, la vigilancia y la interiorización de las reglas de comportamiento dominantes. En resumen, este es un cambio histórico de «una cultura de espectáculo» a «una cultura carcelaria», donde lo «carcelario» representa un conjunto de mecanismos disciplinarios punitivos que generan lo que Foucault denomina «cuerpos dóciles».

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