Читать книгу El tesoro oculto de los Austrias онлайн
104 страница из 139
Los días de pesca, el abuelo se marchaba solo por la mañana temprano, y generalmente regresaba al atardecer con la cesta llena para deleite de su nieto, que entusiasmado recibía al abuelo portador de los trofeos conseguidos.
Durante un tiempo se repitió la misma rutina, el día previo buscando conjuntamente el cebo, y al día siguiente el nieto esperando en casa a que su abuelo regresara con la pesca. Hasta que un día, al volver del campo con los frascos repletos de lombrices, un regalo del abuelo estaba esperando sobre la cama de Juan. Eran su primera caña de pescar y su cesta.
Con la emoción de su primer día de pesca, el entonces niño, prácticamente no pegó ojo en toda la noche y antes de que amaneciese, ya estaba esperando al abuelo preparado para su primera jornada como pescador.
Desde ese día en que el abuelo empezó enseñándole lo más básico del arte de la pesca, siempre fueron juntos a pescar hasta aquel fatídico día.
Juan estaba consiguiendo por primera vez más piezas que su abuelo, quien le estaba diciendo que tendrían que celebrar que con tan solo doce años el alumno había superado al maestro. Repentinamente, el viejo profesor de historia sintió un fuerte dolor en el pecho, quedándole fuerzas únicamente para decir a su nieto que corriese a casa de Joaquina y Amalio para avisarles que no se encontraba bien.