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Cuando el niño regresó con Amalio, mientras Joaquina llamaba por teléfono al doctor Alejandro, el profesor Ibarra yacía sin vida junto a la orilla del lago. Era la primera vez que Juan veía una persona muerta, y tuvo que ser precisamente la persona que más quería en ese momento, lo cual provocó tal trauma en el entonces niño, que no quiso volver a pescar en La Granjilla.

Una vez más y después del tiempo transcurrido, Juan intentaba evocar la imagen de su abuelo, pero sólo alcanzaba a recordar la escena lúgubre con su abuelo inmovilizado por el efecto de la muerte y él inmovilizado también como una estatua de sal, sin emitir sonido alguno e incapaz de derramar una sola lágrima.

No era capaz de recordar como era aquel día, supuestamente siempre que iban a pescar el día era soleado, pero todas las imágenes que venían a su mente eran oscuras, como si en aquel día sólo se cerniesen sobre ellos negras nueves presagiando una terrible tormenta.

Recordaba como Amalio acomodaba el cuerpo sin vida de su abuelo, intentando encontrarle el pulso infructuosamente, justo cuando llegó el doctor Ibarra para certificar que su padre había fallecido.


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