Читать книгу El tesoro oculto de los Austrias онлайн
76 страница из 139
El 13 de marzo de 1589, partieron del puerto de Santander con dirección a las islas Canarias 15 navíos, pertenecientes a la escuadra castellana, de los 67 supervivientes de la Gran Armada.
Desde la cubierta del San Cristóbal, Fray Pedro de la Serna y el comandante Alvear, observaban juntos la aparición de la isla de Gran Canaria.
– Comandante – dijo fray Pedro -, convendréis conmigo en que el clima que rodea estas islas, es en esta época del año mucho más benigno que el que hemos dejado hace unos días en la costa cantábrica.
– Así es padre, aquí se goza de un clima suave todo el tiempo, independientemente de la estación del año en la que nos encontremos. Y un clima similar nos encontraremos cuando lleguemos a América.
Después de una semana de avituallamiento en el puerto de Las Palmas, donde hicieron la primera escala, iniciaron la travesía con rumbo al Nuevo Mundo. Para ello, se dirigieron por la misma ruta que en 1492 había seguido Cristóbal Colón, lo que les permitiría aprovechar las corrientes marinas unidas al impulso de los vientos que, hinchando las velas de las naves, les llevaría hacia su destino en el otro lado del océano.