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Antonio Alvear había sido ascendido a comandante de la escuadra castellana, tras la retirada del cargo a Diego Flores Valdés, quien había sido arrestado por sus desavenencias con el duque de Medina Sidonia en el fallido asalto a Inglaterra. El comandante se encontraba en su navío cuando fue advertido que un fraile jerónimo, llamado Pedro de la Serna, con un mensaje del mismo rey Felipe II, le esperaba en tierra.
El nuevo comandante, ávido de noticias pues llevaba más de cuatro meses esperando instrucciones, se apresuró a desembarcar en busca del misterioso fraile.
– Fray Pedro, soy Antonio Alvear, comandante al mando de los navíos que aquí podéis ver y que sobrevivieron a los temporales que sufrimos frente a las islas británicas.
– Comandante, por esta misiva real entenderéis lo que se precisa de vos. Y a fuer de no perder tiempo, os ruego lo leáis en este instante para iniciar sin más dilación la misión que Su Majestad nos tiene encomendada – dijo el fraile sin titubeos.
– Pero…- leía don Antonio sorprendido -, me temo que para ese viaje no contamos con la marinería necesaria, pues perdimos una cantidad considerable de hombres en las tempestades. Como podéis observar necesitamos marineros y artilleros para esos 15 barcos, en los cuales hay que atender 14 de ellos con 24 cañones cada uno y aquel que yo capitaneo de 36 cañones – terminó señalando con orgullo al San Cristóbal.