Читать книгу El tesoro oculto de los Austrias онлайн
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Isabel tenía que hacer verdaderos esfuerzos para no dejar traslucir el gozo que suponía para ella, que pudiese haber algo que causara daño al poderoso Felipe II.
– Todo ello, convendréis conmigo que es de lo más natural, pues el rey también es un hombre de carne y hueso con sus sentimientos, y además poco acostumbrado a las derrotas, por lo que resulta un tanto osado por vuestra parte la supuesta enajenación mental que pretendéis atribuirle, – continuó Isabel intentando sonsacar más información al ministro.
– Pensaría exactamente igual que vos, de no ser porque tras recibir la noticia de la derrota, el rey ordenó llamar al prior de los Jerónimos y no permitió que ni Cristóbal de Moura ni yo mismo, que como sabéis siempre le hemos proferido una lealtad incuestionable y por ello somos hombres de su mayor confianza, estuviéramos presentes durante la entrevista con el prior …
– Todavía no se donde queréis ir a parar – insistió la dama.
– Permitidme señora que continúe el relato – se apresuró a intervenir Juan Idiáquez -. La reunión con el prior no concluyó sin que antes el rey solicitara papel y pluma junto con el sello real. Todo ello sin la presencia de su secretario, por lo que deduzco que entregó al prior una o varias cédulas reales cuyo contenido sólo conocen el prior jerónimo y el propio rey.