Читать книгу El tesoro oculto de los Austrias онлайн
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– Soy todo oídos para lo que vuestra merced pueda requerir, y podéis contar con que mis labios permanecerán sellados en relación con lo que me confiéis.
Isabel, sabedora de la animadversión que el prior de los agustinos profesaba hacia los jerónimos, la cual era compartida aun en mayor grado por ella misma, relató al padre Ulloa las elucubraciones que previamente le había confiado el ministro real Juan Idiáquez.
El religioso escuchó con suma atención, y a continuación preguntó a Isabel si tenía alguna idea de lo que los jerónimos habrían ido a buscar a las Indias con semejante flota.
– No estoy segura, pero lo habitual es que las flotas regresen cargadas de tesoros.
– Está bien – empezó reflexionando en voz alta el padre Demetrio mientras se rascaba la barbilla -. Lo que me habéis contado podría llegar a ser de interés para ambos, pero ¿cómo creéis exactamente, que este humilde servidor podría ayudaros?
La Osorio, entrelazando los dedos de sus manos mientras caminaba en círculos, demoró unos segundos su respuesta como si estuviese meditando la misma, aunque cuando tomó la decisión de visitar al fraile, ya tenía muy clara la misión que le iba a encomendar.