Читать книгу El tesoro oculto de los Austrias онлайн
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Siguiendo las instrucciones del comandante, los gavieros comenzaron a arriar velas y a amarrar fuertemente las jarcias. Idénticas operaciones se realizaban al unísono en todos los navíos de la flota, y al mismo tiempo los respectivos pilotos viraban sus correspondientes naves para recibir de proa las olas que aumentando de tamaño acompañaban a la tempestad de la que no podían escapar, ya que sabían de sobra que una gran ola que embistiera al barco por babor o estribor, provocaría con seguridad el volcamiento del mismo.
El viraje de los barcos y las numerosas carreras de hombres aterrorizados sobre una cubierta húmeda, derivaron en unos cuantos accidentes con los correspondientes heridos, comenzando así una actuación de emergencia de los médicos de cada barco, teniendo cada uno de ellos asignado un ayudante para auxiliarles en las labores de enfermería, lo cual empezó a resultar insuficiente ante la repentina llegada de heridos, por lo que en los navíos donde viajaba un fraile jerónimo, la ayuda de éste fue requerida de inmediato.