Читать книгу El tesoro oculto de los Austrias онлайн
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– Creo que lo que necesito de vos, está perfectamente a vuestro alcance y no supondrá ninguna dificultad.
– Siendo así, decidme simplemente de que se trata.
– Tengo entendido, que existe desde hace un tiempo un convento de agustinos en Cartagena de Indias.
Una vez confirmada, por el asentimiento del padre Demetrio, la presencia de agustinos en esa ciudad, Isabel continuó con su petición.
– Bien, entonces se trata de que enviéis una misiva a ese convento en Cartagena de Indias, para que algún fraile de vuestra confianza, con la mayor prudencia y sigilo, entable relación de alguna forma con el grupo de los jerónimos una vez que allá se hayan instalado, y averigüe el propósito de la misión que el rey les ha encomendado.
– Contad conmigo señora, la prudencia y sigilo que demandáis para ello estarán garantizados.
– De lo anterior no debéis informar a nadie, excepto a mi o a mi hijo Álvaro – exigió Isabel dando por concluida la reunión.
– Se hará tal y como pedís.
El padre Demetrio Ulloa sabía que contaba en Cartagena de Indias con la persona adecuada para esa misión. La orden agustiniana había recalado hacía ya algún tiempo en la ciudad caribeña, donde tenían su propio convento. Para consolidar allí su presencia, el prior de los agustinos había enviado a su discípulo más aventajado, al cual conocía desde su época de seminarista y al que apadrinó desde el momento en que advirtió sus cualidades intelectuales.