Читать книгу El tesoro oculto de los Austrias онлайн
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A pesar de los mareos de fray Pedro, lo cierto es que el grupo expedicionario llevaba varias semanas disfrutando de un clima bastante apacible, lo cual facilitaba la navegación e invitaba a la tripulación a pasar el mayor tiempo posible en cubierta.
La brisa reinante, junto con los rayos del sol iban tornando la tonalidad de las pieles de la mayoría de los tripulantes de un blanco lechoso a un bronceado oscuro. Desde cubierta, los hombres se deleitaban con los delfines que en algunos momentos acompañaban el avance de las naves, emergiendo de la superficie del agua salada y volviendo a zambullirse en la misma.
Sin embargo, un día sin previo aviso, todo cambio repentinamente. El comandante Alvear lo intuyó antes que cualquier otro tripulante, al divisar por babor la negrura de unas amenazantes nubes que, sin posibilidad de esquivarlas, se aproximaban inclementes hacia ellos.
El resto de la tripulación comenzó a ser consciente de lo que se les venía encima, cuando en el horizonte de babor observaron el espectáculo luminoso que proporcionaban los continuos relámpagos que se producían con cada rayo proveniente de las oscuras nubes, seguidos un instante después del sonido de unos truenos ensordecedores. Contando los segundos transcurridos entre cada relámpago y el trueno posterior, el comandante Alvear calculaba la distancia a la que se encontraban de la tormenta y la velocidad de avance de la misma hacia ellos. Inmediatamente comenzó a impartir órdenes, iniciándose una actividad frenética en cubierta, que derivó en terror para los hombres no habituados a la mar.