Читать книгу El tesoro oculto de los Austrias онлайн

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Para evitar el desgarrador sonido, que producía el deslizamiento interminable de la madera húmeda de los dos cascos, el comandante Alvear presionaba con sus dedos sus oídos. En ese momento pensaba si aquello sería semejante a lo que Homero describió en La Odisea, cuando Ulises se enfrentó al canto de las sirenas en su viaje de vuelta a la isla de Ítaca. Tampoco podía evitar pensar si ambas naves, con motivo del encontronazo, habrían sufrido desperfectos que hubieran permitido la entrada de agua suficiente para hundirles para siempre en el fondo del mar.

Después de varias horas, que para algunos parecieron días, luchando para mantenerse a flote, el temporal comenzó a amainar y el comandante Alvear supo que el mayor peligro había pasado. A continuación soltó las jarcias con las que se había amarrado en el alcázar cerca del palo de mesana, siendo secundado en esa acción por todos los hombres de cubierta. La primera orden fue para el carpintero, pues quería saber si se había abierto alguna vía de agua en el casco de la embarcación, para que se taponase con urgencia y se bombease el agua que hubiese podido entrar.


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