Читать книгу El tesoro oculto de los Austrias онлайн

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Esta situación de emergencia, provocó en fray Pedro de la Serna una reacción tal en su organismo, que en un instante se olvidó de los mareos y se presentó ante el doctor presto a colaborar en todo lo que fuere necesario. Los hombres de cubierta estaban terminando de amarrarse con jarcias, cuando las primeras gotas de agua descargadas por las nubes, acompañadas de un viento cada vez más intenso, empezaron a arreciar lateralmente con fuerza y dificultando las maniobras de los marineros.

Sin tiempo para más preparativos, rayos y truenos acompañados de inmensas olas que superaban en varios metros la altura de los barcos, empezaron a precipitarse sin compasión alguna sobre los quince navíos. En la inmensidad del océano parecían diminutos cascarones sometidos a la fuerza e inclemencia de los elementos. Las probabilidades de ser engullidos por las aguas marinas aumentaban con cada instante.

En el San Cristóbal, uno de los hombres, seguido de otro y otro más, dominados por un pánico aterrador, producto de la situación a la que estaban siendo sometidos, se desamarraron para correr a refugiarse en las bodegas del barco. En ese momento la llegada de una gran ola colocó el barco en posición prácticamente vertical, lo que hizo que los tres aterrorizados marineros se deslizasen por la cubierta del barco en dirección a la popa del mismo. A continuación, mientras el barco retornaba a su posición horizontal, la ola barrió con su corriente de agua todo lo que estuviera suelto sobre la cubierta del mismo, arrastrando con ella a los tres hombres que desaparecieron para siempre en las fauces del océano.


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