Читать книгу Cuarenta años y un día. Antes y después del 20-N онлайн
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4. Hay pocas dudas de que con el nombramiento de Adolfo Suárez las élites reformistas del régimen recuperaron la iniciativa que habían perdido. Pero lo hicieron porque finalmente habían comprendido que la alternativa no era entre pseudodemocracia posfranquista y democracia plena, sino entre democracia y democracia. En este sentido, cabe precisar que aunque esas élites seguían hablando de reforma lo que estaban abrazando era el programa de la ruptura: reconocimiento de la soberanía popular, de los derechos fundamentales, amnistía amplia, desaparición del partido único y sus organizaciones... Es por todo esto por lo que se puede convenir –y un sector muy amplio de los estudiosos han convenido en ello– que es entonces, en julio de 1976, cuando se inicia la transición a la democracia propiamente dicha.ssss1
Por todo esto y porque todos los actores significativos apuestan por ese objetivo, ya común. Pero esto no quiere decir que estos actores estuvieran dispuestos a avanzar alegremente por la vía del consenso. Transición, insisto, a la democracia quiere decir que existen distintas posiciones sobre el alcance, profundidad, tiempos y límites del proceso; y quiere decir también que existirá una confrontación, una pugna, para dirimir quién va a asumir la dirección del proceso. Así pues, lo que hay son pugnas, confrontación y pruebas de fuerza. Y parece claro que en todos estos terrenos se impondrá, al menos hasta enero de 1977, la línea reformista. Lo hizo muy significativamente en lo que se refiere a la jornada de lucha convocada para el 12 de noviembre y también en lo que toca al referéndum sobre la Ley para la Reforma Política.