Читать книгу Cuarenta años y un día. Antes y después del 20-N онлайн

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5. Podría hablarse, con todos los matices que se quiera, de dos victorias gubernamentales que fueron dos derrotas de la oposición. Pero conviene incidir en que para que una y otra cosa sucediesen había hablado alguien más, alguien que iba a dictaminar hacia dónde, y cómo, iba a ir el proceso. Y ese «alguien» era el mismo que había dado al traste con la reforma posfranquista: la sociedad, que si en los primeros meses de 1976 había «hablado» en una dirección, ahora parecía hacerlo en una distinta. Conviene subrayar esto porque de lo contrario se caerá en las simplificaciones posleninistas, postrotskistas, o lo que sea, de la traición del partido (reformista, revisionista, carrillista, etc.). Porque en el terreno de las mitificaciones y debates parece que se olvida que la convocatoria para la protesta del 14 de noviembre de 1976 tenía perfiles políticos bastante bajos: estaba convocada por los sindicatos (Coordinadora de Organizaciones Sindicales), no se planteaba como una huelga general, sino como una «jornada de paro de 24 horas», y sus reivindicaciones –contra recientes medidas económicas y sindicales del Gobierno– eran relativamente limitadas. Por supuesto que nadie ignoraba que la importancia de la jornada iba más allá de todo esto. Pero no está de más subrayar que lo limitado de los objetivos señala con claridad la percepción absolutamente mayoritaria de que (aún) no se podía ir más allá; de que la mayoría de los trabajadores a que se apelaba no apostaba, o al menos no lo hacía todavía, por una movilización abiertamente política. Otra cosa es que haya gentes dispuestas a ganar, sobre el papel y retrospectivamente, batallas que perdieron o que ni siquiera combatieron.

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