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CAPÍTULO 2. PRIMERA MENTIRA
CAPÍTULO 2. PRIMEROS CELOS
Los meses fueron pasando y, al fin, el curso escolar terminó. Aprobé sociales por pena, porque el profesor vio mi esfuerzo y mi voluntad a la hora de estudiar, pero se dio cuenta de que mi memoria no daba para más y que, evidentemente, era incapaz de aprenderme todos los ríos de Europa. Con las mates no tuve tanta suerte, suspendí y tuve que ir a la prueba extraordinaria, pero, finalmente, conseguí aprobar con un 5 raspado.
Como era de esperar, me pusieron deberes para las vacaciones de verano, pero me los repartí de tal forma que hice un esfuerzo al principio para luego estar libre el resto de días.
Con Ricardo nos habíamos ido viendo cada fin de semana: él venía el sábado por la mañana y estábamos juntos paseando por mi barrio hasta la hora de la comida, que me acompañaba a casa y se iba a coger el tren para volver a la suya. Entre semana le echaba mucho de menos, pero nos llamábamos por teléfono todos los días y hablábamos un rato.