Читать книгу As de corazones rotos онлайн

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No quise detenerme. Fue preciso seguir sin que importara la verdad desnuda que arrastra a millones de mujeres como yo. «¿Por qué?», me preguntaba en voz alta. Tenemos que castrar desde el más mínimo deseo, hasta descender lastimadas al infierno de los convencionalismos estériles y absurdos, jueces de corbatín que nos incitan a sortear la suerte y no atinar un as. Sugerencias sutiles de ser mujeres perfectas que no encierren dudas, ni un rojo deseo que vaya más allá del título honorífico que nos regalaron el día gris, aquel que en el abandono y por descuido se les escapara la única presea que nos deparó algún alivio al rescatar nuestro propio nombre, aquel que heredamos del orgullo de nuestro papá. ¡Qué inocentes, ¿verdad?!

En cambio, ¿por qué no sentirnos felices hasta sacar a pulso de la garganta dormida un sonoro grito de dignidad? Rompimiento dicen unos y fracaso claman otros. Los más entendidos sin pila ni agua sacramental lo bautizaron divorcio, término investido torpemente con el signo aparente de buena voluntad, sin que puedan reconocer que este pasaje de la vida tristemente es fresca rosa arrancada de su tallo por alguien que al azar e inoportuno deshojó sus pétalos sin mirar atrás, sembrando en el jardín solo silencios de esquivas palabras no vertidas, que van rasgando el alba y en vez de redimir la confianza, la ponen en gran riesgo sin cuidado, nos regalan en un chasquear de dedos demasiados años. Sería más simple renunciar y no sentir la piel dispuesta y pura, sumirnos en el eclipse del deseo y quizás morir en libertad.

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