Читать книгу Más allá de las caracolas онлайн

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—¿Te apetece otra infusión? Yo me voy a preparar otra —dijo mientras se levantaba y ponía su mano en mi hombro esperando, esta vez sí, mi respuesta.

—Sí, gracias —respondí mientras trataba de calmarme y analizar lo que me ocurría, pues no entendía la excitación que sentía en aquellos momentos. «¿Excitación? ¡Pero leches!», pensé. ¿Era eso lo que me pasaba, que me excitaba sexualmente? ¿A estas alturas de mi vida, a mi edad? Tengo que reconocer que en aquellos momentos no sé lo que hubiese dado por tener veinte años menos para haberle dicho lo que realmente me apetecía, que no era precisamente otra infusión. «Pero no, —me dije— no puede ser nada sexual».

En realidad, sí. Sí que lo era. Fui consciente de que desde que la vi sentía deseos de acariciarla y de besar sus labios, de abrazarla, de sentirla, de hacer el amor con ella, pero no era solo eso, que ya era bastante. Era algo más, era mucho más. Lo que me hacía sentir su presencia era una percepción de algo intangible, una conexión mucho más profunda que el deseo sexual y que iba más allá, aunque ese deseo existía, ya lo creo que existía. No sabía cómo explicarlo, pues nunca había sentido nada parecido por ninguna de las personas con las que había estado. Resumiendo, para no aburrirles ni aburrirme yo intentando definir algo que no comprendía, no tenía ni repajolera idea de qué estaba pasando en mi interior.

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