Читать книгу Más allá de las caracolas онлайн

30 страница из 126

—Te acompaño, me apetece también dar un paseo.

Me rompió la escapada. Ya no respondí. Me levanté y empecé a andar con ella a mi lado. Ni siquiera recuerdo la conversación que mantuvimos por el camino. Cuando llegué a mi casa, al abrir la puerta Tao y Greta empezaron a dar saltos, primero conmigo y luego con Nina. Dimos una vuelta por los alrededores. Yo había conseguido tranquilizarme un poco hablando sobre el paisaje, sobre cómo me gustaba el color del mar, la luz… Ella me preguntó por el lugar en el que había vivido hasta entonces y yo intenté describir la ciudad y algunas otras zonas de España, todo ello caminando a su lado, pero sin mirarla directamente, aunque me daba cuenta de que ella sí lo hacía. Así, tras unas dos horas de agradable paseo y tentadores roces de brazos y cruces de miradas, regresamos hasta mi casa. Por educación, la invité a entrar mientras abría la puerta, aunque sin saber muy bien qué iba a hacer si ella aceptaba, pues el desconcierto por el deseo que provocaba en mí me estaba haciendo perder el control de la situación.

Правообладателям