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SALIR DE LA HIBERNACIÓN


En cuanto a mis sentimientos, no quise ni escudriñarlos. Me había sorprendido que alguien hubiese despertado mi curiosidad hasta el punto de hacerme pensar de nuevo en el amor. Habían pasado algunos años desde mi última experiencia amorosa, que, para colmo, no había terminado muy bien, lo que, unido a la edad que me iba llegando sin haberla llamado, me hizo retirarme del mercado y dar por finiquitados mis escarceos y coqueteos seductores. Cerré aquella etapa de mi vida y me dediqué a confraternizar más con mis amigos, ir a conciertos, al cine, leer y trabajar. Una vez atendidos estos quehaceres, no me quedaba tiempo para mucho más.

En esos últimos años había conocido bastante gente nueva, pues seguía teniendo una vida social muy activa, pero nunca conocí a nadie que volviese a hacerme sentir aquella chispa mágica y primaveral que nos hace salir de la hibernación en la que de vez en cuando todas las personas entramos. Por eso, andaba yo tan tranquilamente por la vida, sin pensar ya en esas zarandajas, y de pronto, cuando menos lo esperaba, en una aldea de cincuenta personas al otro lado del globo me tropiezo con un rostro, con unos ojos, con una mirada que me conturba, que desarma mi sentido común y que convierte mi mente en un caos del que no sé muy bien cómo voy a salir. Pero no les voy a engañar, en el fondo me hacía sentir la vida con más fuerza que nunca. Siempre había oído decir que el amor no tiene edad, ni color, ni conoce barreras, pero mi edad y, sobre todo, la diferencia con la de ella sí que suponían para mí una barrera, una muralla psicológica, pero muralla al fin y al cabo. Y aunque me hacía ser más consciente de la vida y me había sacado de mi letargo amatorio, me resistía. Me resistía hasta el punto de pensar que empezaba a estar un poco senil, que aquello no era posible, y empecé también a sentir que aquellos sentimientos rozaban el ridículo. Así que, como ya he dicho, opté por no darle más vueltas. «¿Quién sabe?», me dije. «A lo mejor es un calentón repentino y se me pasa sin más».

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