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Consiguió asombrarme y, a la vez, desarmarme de nuevo. No sabía a qué se refería con lo del camino, aunque en el fondo lo intuía. Entonces, sin pensarlo, me levanté, me senté junto a ella y le conté todo lo que había sentido (sobre la experiencia, se entiende), todas las preguntas que me había hecho y las conclusiones a las que había llegado, sin obviar el intento fallido de la noche anterior con el fuego. Esto último la hizo reír mientras me miraba con expresión divertida.

—No es tan fácil. La verdad es que es bastante difícil conseguirlo. Lleva mucho tiempo y hay que practicar mucho.

—Entonces —respondí con extrañeza— ¿por qué lo conseguí el otro día si era la primera vez que lo intentaba?

—Porque estabas conmigo. Mi energía mental potenció la tuya y te ayudó a experimentarlo.

—¡Caray! ¿Qué quieres decir con eso? —pregunté un poco mosca y, tengo que reconocerlo, poniéndome en guardia, pues aquello ya no me gustaba nada.

—Tranquila, no temas. No he violado tu mente ni tu consciencia. Nadie puede hacer eso si tú no quieres. Nadie puede forzar tu voluntad, incluso aunque te hipnoticen, si tú no quieres. Solamente en algunos casos determinados, si se tiene miedo… El miedo es lo único que podría abrir la puerta de tu mente a influencias o invasiones externas.

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