Читать книгу Más allá del ayer. Misioneros en África para Jesús онлайн
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Recién a la altura de las Islas Canarias la turbulencia del océano se calmó. Poco a poco, el mar se tranquilizó y ya casi no se notaban olas. Lentamente aparecieron de nuevo pasajeros en cubierta para disfrutar no solo de la cálida brisa de a bordo, sino también de la paz propia de quien deja atrás una turbulencia. El mar azul y un cielo despejado daban un marco imponente al resto del viaje.
Las Palmas fue el primer puerto que avistaron. Apenas colocada la pasarela al muelle, Karl y sus nuevos amigos bajaron a tierra. Tener otra vez un suelo firme debajo de los pies era una sensación especial. Tanto como la vida subtropical de la isla. Por aquellos días, Karl escribió en su diario: “Cuán agradecido estoy de poder ver y experimentar todo esto y, sobre todo, de haber dejado atrás esas espantosas tormentas de invierno”. Inmediatamente siguen sus primeras palabras aprendidas en castellano: “Buenos días. ¿Cuánto cuesta...?” A pesar de que el de la isla era un ambiente muy diferente de aquel al que estaba habituado, aún se trataba de una cultura europea. Esto cambiaría muy pronto.